jueves, 22 de julio de 2010

Sobre ballenas y un libro




SOBRE BALLENAS Y UN LIBRO
Escribe Carlos Amador Marchant


No fue ayer sino hoy que caminé por la orilla del océano, por encima de roquedales, entremedio de algas. La idea era clara y sencilla: en la mente retornar a la vida a las miles de ballenas “asesinadas” por la mano del hombre.
Esto, además, porque me encontré en mi desordenada biblioteca con un libro editado hace bastante tiempo (1992) por la Colección Centenario. Se trata de “Mundo del fin del mundo”, del chileno Luis Sepúlveda (1949).
En el prólogo de esta obra, el Premio Nacional de Literatura Francisco Coloane expone que la misma “involucra seriedad y bello tratamiento del problema ecológico y preservación del medio ambiente, más ahora que los países se reúnen para ponerse de acuerdo en un Tratado Antártico que proteja la naturaleza de esa zona del mundo, prohibiendo las prospecciones mineras durante cincuenta años”.
El libro en cuestión fue escrito por Sepúlveda en 1989 y es el cuarto texto que editaba por la época este chileno que hoy por hoy es catalogado como uno de los excelentes narradores de habla castellana.
Impacta en esta obra el amplio conocimiento del autor sobre los mares australes, la descripción y el detalle de aquellos parajes inhóspitos y la cruda realidad que en estos días se sigue viviendo sobre el exterminio sistemático de la ballena.
Sepúlveda, al mismo tiempo, militó en Greenpeace en la década del 80, lo que le valió participar en varias campañas en favor de esta especie.
El autor en este trabajo deja en evidencia las maniobras de buques que desobedecen las leyes marítimas y la forma más cruel y estilos de avasallar a estos cetáceos. Pero no sólo esto, también trae al presente un pasado tétrico, graficando la diabólica mano de extranjeros que poblaron las zonas australes, aquellos colonos que mataron a mansalva de ser condenados, a onas, yaganes, alacalufes.
Pensando precisamente en el tema de las ballenas, salí un fin de semana a la localidad de Quintay en la Quinta Región de Chile. La idea era estar parado en los cimientos, ahora transformados en museo, de la ballenera que existió allí hasta el año 1967.
Se trata de un museo en ciernes y que es visitado por turistas que quieren saber un poco más de esa historia triste en el camino de los hombres.
La ballenera de Quintay fue construida por la empresa Indus en 1947 y viene siendo una de las más grandes que operó a lo largo del territorio. Se trató de un trabajo minucioso y riguroso en donde participaron mineros de la localidad de Los Andes en el relleno y la unificación de algunos islotes. Después de cerrar sus puertas, en el año 1967, una vez que Chile firma el tratado que prohibía el exterminio del cetáceo, tras 43 años, aún podemos ver las manchas de sangre en las rocas, sangre ahora transformada en cúmulos negros que quedarán eternos.
Pues bien, este libro de Luis Sepúlveda, me indujo, me provocó, por su temática, el deseo de caminar por todos los rincones de esa ballenera, por aquellas construcciones de cemento duro donde circulaban más de 700 hombres en diversas jornadas, y que permitía que ésta no apagara sus luces durante las 24 horas del día.
Caminé por las bodegas amplias e imaginé aquellas escenas desgarradoras por donde circulaba la sangre como río. Está todo intacto, sólo que un poco más allá comienzan a instalarse otras dependencias para asuntos de investigaciones. Cuentan quienes vivieron la época, quienes trabajaron en esas faenas, que el olor en Quintay era nauseabundo, inaguantable, producto de las ballenas que flotaban en la rada esperando ser ingresadas para el proceso de descuartizamiento.
Frente a este mismo reducto navegaban por ese entonces alrededor de ocho embarcaciones que perseguían y ubicaban a estos mamíferos hasta atraparlos. Usaban arpones unidos a cañones. Cuando el arpón se introducía en el cuerpo del cetáceo, reventaba una especie de granada que lo mataba instantáneamente.
Cada uno de estos barcos tenía autorización para cazar 16 ballenas diarias, alcanzando en los mejores tiempos, una cantidad de 30 especies capturadas y faenadas. El modo de matarlas era impresionante y a la vez escalofriante.
Cuando el cetáceo estaba muerto, mediante tubos le inyectaban aire comprimido para que lograra flotar en las aguas hasta ser transportado al vergonzoso reducto de la sangre.
Llegaban a ser tantas las especies muertas que flotaban en el mar, que el hedor se impregnaba en todos los rincones de la bahía. Esto mismo me recuerda al Iquique de la década del 60, con la putrefacción impregnada en los ropajes las 24 horas del día, donde las mujeres, incluso, no podían sentirse mujeres por la hediondez a pescados descompuestos, producto de las industrias de ese rubro.
La caleta de pescadores de Quintay no creció mucho mientras se explotaba este producto, puesto que la mano de obra escasamente llegó a sus moradores.
Muy por el contrario, la mano del hombre, la depredación y la inconsciencia, estuvo a punto de exterminar el recurso ballena. Hoy, mediante tratados internacionales se busca recuperar la especie. Pero es una tarea larga, debido a que los residuos industriales que llegan al mar disminuyen su fertilidad.
De acuerdo a algunas investigaciones, el producto ballena del cual se podía hacer una serie de derivados, ha sido sustituido por un arbusto proveniente de México.
Al paso del tiempo, por otra parte, desde hace unos ocho años, tímidamente comienzan a verse parejas de ballenas por las costas de Quintay.
Miran desde lejos. Observan, parecen observar el reducto de los lamentos, como recordando lo que vivieron sus antecesoras.
Es todo ahora un panorama distinto. Hay un mar limpio. Pero quedan los recuerdos.
Y precisamente el libro de Luis Sepúlveda, hizo ponernos en alerta para que estas atrocidades no sigan ocurriendo en las costas del mundo.

3 comentarios:

Luis Sepúlveda (escritor chileno) dijo...

Sobre ballenas y un libro Estimado amigo Carlos Amador Marchant: agradezco emocionado la mención que haces de mi novela en tu bella y emocionante crónica. Un fuerte abrazo desde España.
Luis Sepúlveda(escritor) 24 de julio de 2010 15:03

Luis Sepúlveda dijo...

Sobre ballenas y un libro Estimado Carlos: Gracias una vez más, por cierto, tu blog es uno de los pocos que merecen llamarse literarios. Es sencillamente muy bueno y tus crónicas son estupendas. ¿Las tienes reunidas en un libro de crónicas? Es un género que se pierde con el tiempo. Un fuerte abrazo desde Gijón, Asturias.
Luis Sepúlveda (escritor) 26-07-2010

Camilo Taufic dijo...

Fuertes imágenes de una historia y una matanza, y de un lugar, que sobrecogen. Con pocos elementos, pero muy contundentes, logras transmitir una sensación de horror y asco que no se olvidan. He estado en Quintay varias veces, y sé lo que se siente al recorrer las ruinas de la factoría; mientras uno se imagina los cientos de ballenas muertas infladas, flotando en la ensenada, en espera del momento de su descuartizamiento, antes de ser hervidas en calderos gigantescos e infernales, para extraer el aceite y el ámbar, tan apetecidos por la industria cosmética en el siglo XX , así como lo fue (el aceite) para el alumbrado callejero en el siglo XIX... Crónica muy bien lograda. Un abrazo.
Camilo Taufic Santiago de Chile. 27-07-2010 ........................................................

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Sobre ballenas y un libro Estimado amigo Carlos Amador Marchant: agradezco emocionado la mención que haces de mi novela en tu bella y emocionante crónica. Un fuerte abrazo desde España. Luis Sepúlveda(escritor) 24 de julio de 2010 15:03 ........................................................ Sobre ballenas y un libro Estimado Carlos: Gracias una vez más, por cierto, tu blog es uno de los pocos que merecen llamarse literarios. Es sencillamente muy bueno y tus crónicas son estupendas. ¿Las tienes reunidas en un libro de crónicas? Es un género que se pierde con el tiempo. Un fuerte abrazo desde Gijón, Asturias Luis Sepúlveda (escritor) 26-07-2010 ........................................................ Crónica "Dame de beber con tus zapatos". Luis Sepúlveda (escritor) dijo... Querido amigo, como siempre disfruto y me maravillo con tus crónicas. ¿Para cuando un libro? un abrazo Lucho (Gijón-España) 10 de julio de 2011 15:25 .................................................... Sobre Ballenas y un libro Fuertes imágenes de una historia y una matanza, y de un lugar, que sobrecogen. Con pocos elementos, pero muy contundentes, logras transmitir una sensación de horror y asco que no se olvidan. He estado en Quintay varias veces, y sé lo que se siente al recorrer las ruinas de la factoría; mientras uno se imagina los cientos de ballenas muertas infladas, flotando en la ensenada, en espera del momento de su descuartizamiento, antes de ser hervidas en calderos gigantescos e infernales, para extraer el aceite y el ámbar, tan apetecidos por la industria cosmética en el siglo XX , así como lo fue (el aceite) para el alumbrado callejero en el siglo XIX... Crónica muy bien lograda. Un abrazo. Camilo Taufic Santiago de Chile. 27-07-2010 ........................................................ Sobre "Los caballos y otros animales junto al hombre" Tus asnos, caballos, burros y vacas son otra cosa, por cierto, tan cercanos al hombre, tan del hombre. Te adjunto una vieja fotografía de dos palominos que tomé en las montañas de Apalachia, en Carolina del Norte, allá por el año 1983. Encuentro interesante y muy amena la manera en que hilvanas tus textos, siempre uniendo al tema alguna faceta literaria o cultural (en este caso, Delia del Carril, Virginia Vidal, Nemesio Antúnez, Santos Chavez). Hace tiempo te dije que no desistieras de tus crónicas, que van a quedar, y mis palabras fueron corroboradas recientemente por Lucho Sepúlveda cuando él te escribió a propósito de tu artículo Sobre ballenas y un libro: "Estimado Carlos: (...) Tu blog es uno de los pocos que merecen llamarse literarios. Es sencillamente muy bueno y tus crónicas son estupendas. ¿Las tienes reunida en un libro de crónicas? Es un género que se pierde con el tiempo. Un fuerte abrazo desde Gijón, Asturias. Lucho". Y eso digo yo también, que tus crónicas son estupendas. Te escribe desde Benalmádena, Málaga. Oliver Welden (poeta) 21 de agosto de 2010 ...................................................... Sobre "El corcoveo de los apellidos..." ¡Notable, muy bueno! Escribir sobre la configuración de su nombre, con esa transparencia en el decir es algo que se agradece, precisamente en un pequeño universo donde lo que más pareciera importar es "el nombre". Además, esas referencias a los escritores nortinos siempre son bienvenidas, pareciera que no siempre ellas abundan en la crónica y crítica nacional. Ernesto Guajardo (Valparaíso-15 noviembre-2010)

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