Escribe Carlos Amador Marchant
No sé si lo que escribo es poesía, es crónica, es reportaje o novela. He olvidado los conceptos, los nombres, los apellidos, los estilos y hasta he olvidado si existen los críticos. Esto importa poco.
Lo cierto es que la semana pasada me pasé buscando por todos los recovecos un libro que desapareció de mi biblioteca. Sé que su tapa es de color verde y que sus hojas amarillosas requerían de cuidado. Lo había comprado en Santiago de Chile en un remate de la editorial universitaria, hace varios años. Di vuelta escritorios, estantes y nada. Al final encontré al infausto sentado de dos piernas encima de una estufa vieja. Debo haberlo dejado allí desde el invierno pasado, cuando terminé de usar ese artefacto una vez que se echaron a perder sus válvulas.
Luis Vulliamy es su autor: ¿lo recuerdan los chilenos?. El texto corresponde a la mitad del siglo pasado y tiene un título sugerente: “El paraíso de los malos”. Me gusta este nombre: ¿Hay paraíso para los malos?. O mejor: ¿Este es el paraíso de los malos y el infierno de los buenos?.
La editora zig-zag de ese tiempo publicaba libros hermosos y llamativos, pero de mucho cuidado. El material de éste (que acabo de reencontrar) ya se encuentra en calidad de anciano. Sus hojas comienzan a ponerse amarillas y la portada se descascara. Pero eran hermosos. En sus diseños unían los colores verdes de la solapa, letras rojas, carátula achocolatada. Tengo otros similares tanto en poesía como en narrativa.
Vulliamy ganó varios premios importantes en su corta vida (murió a los 59 años). Y es tal vez uno de los hechos trascendentes haber obtenido en cinco ocasiones consecutivas el Premio Gabriela Mistral de la Municipalidad de Santiago de Chile. Precisamente este “paraíso de los malos” corresponde a uno de esos galardones de 1963 y que al mismo tiempo instala el undécimo libro, de los quince que alcanzó a publicar.
Nuestro escurridizo autor, a quien lo vemos al paso de las décadas muy agazapado, fue considerado por el crítico Hernán del Solar como “el mejor novelista de su generación”. En este “paraíso” vemos circular personajes del pueblo campesino de Piñas Verdes. Vulliamy es poeta y observamos en su narrativa precisamente esa profundidad que entregan los que desde el sillón de vate se sumergen en la narrativa. Aquí auscultamos al almacenero que mira desde los ventanales a los integrantes del pueblo, a sus habitantes, a la mujer campesina, a los mapuches de esa época, a la prostituta, al jugador de la noche, al notario, al político que compra con dinero a los analfabetos. Nos adentramos en ellos, en sus correrías, en sus voces, en la oscuridad del día y de la noche. Por esta misma razón el autor fue alejado del criollismo, porque más que ver o sentir el olor del campo, sentimos a su gente, con sus ironías y rabietas, con su sed y templanzas: “Atiendo a mi primera compradora. Doña Jesús Polanco me pide un metro de cinta blanca. Sonrío satisfecho, porque es una venta auspiciosa, que me dará buenos clientes para el resto del día. Ya lo tengo visto; hay que decir “no hay” cuando el primer cliente desea agujas, una “guillete” o un cuchillo. Pero doña Jesús me cuenta que compra la cinta para adornar a su nietecita que murió durante la noche. No le cobro, y le doy papel de seda amarillo y morado para que vista al “angelito”. Y me quedo pensando. Así, de repente, lo mejor se queda en nada”.
Conocedor del pueblo mapuche y descendiente de colonos suizos, Vulliamy nació en la pequeña ciudad de Lautaro en la novena región chilena, y coincidentemente, en un barrio denominado “Guacolda”, que fue la compañera de ese valiente toqui araucano de las contiendas del siglo dieciséis. Hablaba perfectamente el mapudungún y sus personajes, sus observancias, están ancladas en el pueblo originario de esta nación.
La obra de Vulliamy (nacido en 1929 y fallecido en 1988) está complementada con otros premios:
“Mauricio Fabry”, que otorga la Cámara Chilena del Libro, por su novela Juan del Agua; Premio Alerce
que lo entrega la Sociedad de Escritores de Chile, además de otros en universidades de este mismo país. De sus quince libros, seis son de poesía. Hay aquí un verbo sonoro: “Golondrina que aleteas bebiendo,
en la copa azul del aire, dejadas letanías;
ya no puedo alcanzarte porque tus alas
crecen con la luz de los días..”.
en la copa azul del aire, dejadas letanías;
ya no puedo alcanzarte porque tus alas
crecen con la luz de los días..”.
Hace varios años en casa de un escritor en Valparaíso repasábamos a los poetas y escritores que van quedando dentro de este laberinto nebuloso del silencio. Fue una sensación penosa, pero no por eso irremediable. A este autor lo leen personas que están por la búsqueda de los apartados y no de los que están de moda. Sensación similar a la que me ocurrió al suponer perdido este texto, un estupor, un miedo a no volver a ver o tocar lo que estaba a tu lado. Y creo que Luis Vulliamy es esto, el hijo de colono que vivió y sintió su entorno, que lo hizo suyo, y que aparece y aparecerá sobre las estufas, infausto, esperando su tiempo.
editor
8 comentarios:
Gracias por compartirlo, el título me parece atractivo. Dar un vistazo al paraíso...Y el lado malo!!
Un abrazo,
Anouna
Interesante, tengo un libro de el Juan Del Agua, su novela es increíble.
Una consulta seria un placer intercambiar enlaces, me dedico a la venta de libros antiguos, tengo una Libreria Virtual www.elviejolibro.com aviseme si esta interesado.
Gracias.
Qué buen acercamiento a este Paraíso.
Saludos.
Qué bueno, Carlos, me gustó la nota sobre Vulliamy. No suelo leer demasiado porque apenas si alcanzo a leer los libros recibidos. Un gusto encontrarme en esta mañana de sábado con un hermano chileno escritor. Te puse en la lista de mis blogs preferidos así al menos podré seguirte. Cordiales saludos Irma
Irma Velorín
Muchas gracias... que bueno recordar a este escritor muchas veces olvidado.
Saludos,
jm
Primo, no encontré en la web obras de Vulliamy. ¿Sabes de alguna página que trate y publique poemas de este autor?. Quedé con la copucha.
Gladys Figueroa.
R: Es poco lo que se puede encontrar sobre Vulliamy. Habrá que recurrir a librerías de viejos. Abrazos.
CAM
Interesante y hermosa reseña, gracias por compartir
saludos
Carlos: importantísimo recordar a Vulliamy, gracias por velar por estas memorias. Y no es la memoria x la memoria, sino la memoria de uno de los grandes, en mi más humilde opinión.
Un abrazo,
CGO
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