sábado, 20 de julio de 2013

EL DÍA EN QUE EL CIGARRILLO VOLÓ DE MIS MANOS CON UN OJO ABIERTO Y LOS LABIOS CHUECOS



         Escribe Carlos Amador Marchant


Este es el nuevo camino que busca la gente. Se trata de un camino que nunca observaron, que nunca buscaron. Y sin embargo, entre contradicciones constantes, se dan tropezones con  murallas y salen, a veces, encontrándose a sí mismos.
Me los encuentro, por lo general, manejando taxis colectivos. Primero se presentan como personas comunes. Pero son delatados por las canciones que llevan en la radio y que, escuchan, como extasiados.
De inmediato me percato que son temas de corte religioso, del amor a jehová, de caminos que hay que seguir para formar un mundo nuevo. Y, fundamentalmente, del amor a las eternidades y las estrellas lejanas. Me los he encontrado no sólo acá, sino también en muchas reparticiones públicas y pequeños negocios de abarrotes. Y siempre llevan la música y canciones religiosas a su lado, ya sea en radios o por audífonos. Siempre están ahí. Es como el relajante para poder, junto a ellas, seguir caminando por esta vida que en algún momento casi se les fue de las manos.
Por cierto, no estoy en contra de buscar ayuda para estas patologías que hoy por hoy doblegan al mundo, sólo que a veces es importante tener propia fortaleza para eliminar la podredumbre que llevamos dentro.
Son almitas extrañas. Es cierto que han atravesado el desierto más seco del orbe. Es decir, se han metido en drogas, alcohol, se han paseado por suburbios incontrolables, en fin. En otras palabras: han tocado fondo.
También he visto a hombres caminar con los llamados “pastores” a su lado, esas especies de guardias o guías, aquéllos que los vigilan por si se les ocurre “caer de nuevo” . Son escenas verdaderamente impactantes que, a fin de cuentas, logran recuperar a ciertos individuos que ya se consideraban insalvables.
En el sur austral de Chile (década del 80 del siglo 20) conocí a un hombre de mediana estatura y de ascendencia campesina. Había, según él, destruido su matrimonio por meterse con una mujer de la noche mientras trabajaba de baterista en un burdel. El individuo no era atractivo, pero tocaba la batería como los dioses. Esto mismo le significó mantener locas a las féminas y poco a poco se fue haciendo adicto al alcohol. Su salida del burdel fue debido a que lo sorprendieron haciendo el amor con una prostituta cuyo “dueño” también trabajaba en el sitio. Recibió escandalosa paliza y terminó refugiándose en la cordillera, laborando en una empresa de caminos. Juró no engañar nunca más a su esposa y juró al mismo tiempo dejar de beber. Lo primero lo cumplió tenazmente, pero no pudo dejar el alcohol. Frente a esta situación, después de dos años, lo echaron de la empresa caminera.
Más tarde me lo encontré en la ciudad de Puerto Montt. Iba caminando muy rápido por una de las calles centrales. Llevaba terno y corbata. Me saludó mostrando gruesos dientes y comentó que iba rumbo al puerto para enrolarse como cocinero y viajar por el mundo. Después de esto le perdí la pista.
Los vicios del alcohol, la droga y el cigarrillo, representan cárceles desde cuyos sitios se hace difícil escapar. Por esta razón, hay quienes por considerarse muy débiles frente a esto, buscan ayuda. En otras ocasiones son las atrofias las que hacen recapacitar a los individuos. Es decir, algo tiene que pasarle al ser humano, algo tremendo, algo trágico, para que tome la decisión de dejar para siempre uno de estos tormentos.
.El día 12 de marzo (2013) será para mí una especie de emblema. Lo recuerdo a cada instante y creo que al paso de años será igual. Este fue el momento en que entré en la desesperación total. Se me paralizó una parte del rostro. En los inicios, es decir en los primeros tres días antes de ser llevado a la Posta de Urgencia, sentí que alguien me tiraba las orejas. Era tan persistente esto que, como se cree en Chile, pensé que alguna persona (o varias) me estaba “pelando” (chismoseando). Al segundo día empecé a sentir que se me paralizaba la parte izquierda de la boca. Al paso de horas un ojo comenzaba a cerrarse y al mirarme al espejo me di cuenta que el rostro se estaba desfigurando.
Con todo lo expuesto es de suponer que ya no podía masticar alimentos, porque la boca estaba paralizada y no lograba abrirla completa.
Mi larga experiencia en temas de patologías hacen saber de éstas desde edad temprana. Fui hombre enfermizo en la pubertad, por ser esquivo a alimentaciones requeridas. Iré al grano de inmediato.
Los médicos señalaron que se trataba de un virus (que llevamos todos dentro de nuestro organismo) el cual afloró, precisamente, al sorprenderme con defensas bajas. Con este diagnóstico, dejaban por el suelo el temor de un accidente vascular.
Antes de visitar la Posta, dejé, por temor, de fumar los veinte cigarrillos que consumía al día. Como en esos meses (antes de la parálisis) comía lo que encontraba en el camino, dejé también el “vicio del pan” y las bohemias los fines de semana. Cuando comuniqué esto a los médicos, en mi escaso vocabulario por la tirantez del labio, ellos se alegraron, pero al mismo tiempo sentí que me creyeron poco. En el momento de escribir esta crónica, sin embargo, (debo decirlo con orgullo) llevo exactamente cuatro meses y ocho días “sin estos excesos”.
El virus en cuestión, había atacado las escasas defensas hasta destruirlas. Pesaba quince kilos más del peso normal ¿Pero cómo entró al cuadrilátero el desgraciado?. La respuesta es la siguiente: por encontrarme vulnerable a todo. ¿Pero ese “todo” cómo se produjo?. Por alimentación descontrolada y chatarra, por exceso de cigarrillos y por problemas acumulados en la mente. En cuanto a esto último, había recibido pésimas noticias desde muchos lados, más otras acumuladas al paso de meses.
De la Posta salí con un parche en el ojo y la boca chueca. Así debí caminar por calles sintiendo que muchos observaban y con una lista de medicamentos por comprar.
En las redes sociales muchos dan a conocer estas dolencias y reciben palabras de aliento. En mi caso, guardé silencio profundo y a nadie comuniqué más allá de cinco personas, las más cercanas, al margen de familiares. Conservo fotos horribles de los primeros días. Quise estar alejado de palabras de aliento, aunque seguí escribiendo en Facebook, usando mis manos intactas. Ahora, ya casi el 90 por ciento recuperado, me atrevo a narrar esta aventura.
Dejé de fumar sin que nadie me lo pidiera. Es decir, lo pidió mi sombra, mi yo, regañándose a cada minuto.
Esto originó a la vez que decidiera hacerme exámenes rigurosos en cuerpo y mente. En eso he estado en los últimos días. Los facultativos dijeron que pasarían desde tres semanas hasta seis meses para lograr una recuperación casi total. Es decir, aún falta para esto, pero por lo menos puedo hablar, aunque cuando lo hago me agito y tiendo a emocionarme, a llorar por dentro. Son cosas del virus.
En otras palabras, y como dije anteriormente, al hombre debe sucederle algo muy escabroso para darse cuenta de excesos y dejarlos.
No niego que he sentido deseos de fumar. Pero cuando esto sucede, y como soy sagitario, vienen a mi mente esas imágenes del rostro paralizado, de la fealdad, y que la vida no puede vivirse con dolencias, sino en plenitud y aplausos. Es el momento en que pisoteo las ansias.
Nadie pidió que dejara de fumar, es cierto, pero en mi caso fue decisión de adentro. En calles veo gente con el pucho en la boca y no siento envidia. Cada cual sabe y es dueño de su cuerpo y destino.
Y si bien en algún momento, en alguna hora, todos llegamos al cementerio, o campo santo, o como se le quiera llamar, sentí que aún me faltan muchas cosas por hacer, y para llegar a destino requiero de un automóvil con el motor en buen estado, de lo contrario, quedaré botado en el camino.
¿Pero cómo lo hago para que esto sea duradero o eterno?. Para eso he clavado un asta en la hoja de una agenda con la siguiente leyenda: “Sin fumar desde 12 de marzo de 2013”. Y estas palabras las leo cada vez que se cumple otro mes sin humo.
Amén..




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sábado, 15 de junio de 2013

Desde una “Reconstrucción Necesaria”












Escribe Carlos Amador Marchant


“Recién en el último piso de la escala inmensa entendí que la vida tiene un fin y un final.” Así bifurco algunas sílabas recientes salidas a la intemperie.
Hace unos días nueve representantes de la plástica, la mayoría identificados con la Escuela de Bellas Artes de Valparaíso, exponen en una sala (gigante) del Parque Cultural del puerto (ex Cárcel). Se trata de Orielle Bernal, Patricia Lagos, Edgar Del Canto, Nicolás Reyes, Luisa Ayala, Francisco Olivares, David Heredia, Erich Birchmeier y Jesús Barrios. El curador de la muestra es el escultor Henry Serrano: 
Cada uno entrega una propuesta distinta, entendida desde las percepciones macro urbanas y hasta una visión profunda del cosmos y la existencia misma. Salvo en el caso de Del Canto, los trabajos son de gran formato y manifiestan esa cosmovisión y experiencia de años en este ejercicio. Son artistas de trayectorias, muchas veces opacados por el poder de universidades. De ahí el slogan que han utilizado: “No estamos muertos…andábamos de....”. Pero creo que ni eso es cierto. Lo real es que este tipo de muestras sirven para dar a conocer lo que muchas veces se extravía en el tráfago, y que al mismo tiempo el público echa de menos. Si a esto le agregamos que son pocas las “verdaderas” escuelas de Bellas Artes que quedan en el mundo, debemos culminar en una reflexión profunda en cuanto al cuidado y preservación de “esta especie”. Por cierto estamos informados de los vaivenes sufridos al paso de años de servicios donde, incluso, mentes inescrupulosas han pretendido cerrarla.
La idea surgió de una Clínica realizada por Justo Pastor Mellado.. ¿Cómo trabajar una clínica con gente que ya ha tenido un largo camino recorrido en las artes plásticas?. Difícil tarea que al final, alineada, atracó en buen puerto. Es decir, los resultados están a la vista.
Hay un esfuerzo compartido donde cada artista se zambulló a sí mismo y vio en ese plasma las escaleras que estaban faltando. Y este esfuerzo o fuerza interna es, precisamente, la que urge en cuanto a que la ciudadanía del puerto y de otras latitudes, sientan de cerca.
Sin embargo, en esta ocasión me referiré al único trabajo que se expone a ras de suelo. Su autora: Luisa Ayala. ¿Qué es esto?, se preguntarán muchos, se preguntaron, se preguntan, tal vez.
Es probable que en primera instancia esta obra que mide 11 metros de largo por 4 de alto, haya sido diseñada y propuesta para la muralla. Sin embargo, el “comité creativo” (los hay en todas las instancias) determinó dejarlo en el suelo. Sobre esto se deben haber argumentado miles de razones, o tal vez una sola. No se sabe a ciencia cierta. Lo concreto es que al final terminé encontrándoles razón. Aunque no del todo, en el real contexto. Comprenderán esto una vez que nos centremos en este trabajo que está hecho de retazos con géneros pegados, cosidos sobre sacos, y que a la larga (como muchos deben imaginarse) no termina siendo una mera decoración.
En esto que la artista denominó “Reconstrucción necesaria” logramos acercarnos a los atisbos que la maestra porteña mantuvo por largo tiempo y que transformó en una obra de arte. El título del trabajo, y que Luisa Ayala quiso interponer para su identificación, en el Chile de hoy denota palabra gastada, mal usada y hasta “plena de falsedad”. En cambio, esto requiere de una detención para su análisis, toda vez que este país necesita llegar a este proceso, pero ahora “de verdad”.
Ayala expone a Chile, desde su nacimiento, desde la etapa de su gestación. Los colores vertiginosos que introduce con retazos de telas, con ropajes cortados en partículas, o desde una manga de camisa o pierna de pantalón, concentran todo ese camino avieso que hace, precisamente, dar origen a una nación sin identidad propia, con una confusión extrema y, por consiguiente, con una idiosincrasia perdida o lejana.
La artista quiere acá entrelazar la geografía chilena con su acontecer histórico, entregando colores y estampas que denotan el sufrimiento de su gente y las generaciones. En varios pasajes vemos flotar el mapa patrio, esa larga y angosta faja, cosida, cocinada, repicoteada en su bruma. Pero de igual manera observamos el estallido de la diversidad, que a la larga no es más que una estampida multiforme que representa el complejo escenario donde se ha desenvuelto la nación. Es todo confusión. Chile, para la artista, es un país de confusiones. Ella muestra en algunos extremos unas manos blancas que pretenden detenerlo todo, y sin embargo éstas se pierden en el laberinto.
Ayala también nos trae sus ya acostumbrados paquetes, que en trabajos anteriores de menor formato han entregado la escena de los desaparecidos en distintos períodos de nuestra historia: dictaduras, guerras internas, guerras externas. En consecuencia, el minucioso y arduo trabajo que muestra no está ejecutado desde la perspectiva política, sino más bien desde la observancia profunda de una nación de la cual ella es hija, y desde donde bucea para encontrarse.
Es probable haberle puesto el título de: “Chile confuso-difuso”. El denominado “Reconstrucción necesaria” tiene su acierto, debido a que es la renovación como ley de vida.
El Chile que muestra Ayala es el Chile de las atrofias y mezquindades. Pero además es la tierra donde nacimos y donde nos desarrollamos, con sus desiertos, campos y hielos.

La muestra es atractiva por su diversidad. Aquí hay un llamado a continuar exponiendo para el ávido público porteño y de más allá. En otras palabras, el Proyecto Catalepsia podría (y debe) crecer hacia otras latitudes. Creo que así lo interpretan sus ejecutores. Es así como lo interpretan (también) los que siguen a estos artistas en el histórico puerto de Valparaíso.

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jueves, 13 de junio de 2013

EXPLICACIÓN.




Desde el mes de marzo de este año he estado un poco enfermito. No comentaré de qué se trata, pero por lo menos os diré que "no apto" para concentrarme en escritos nuevos (léase creación extensa). Por esta razón no han visto renovación en mi blog oficial. En consecuencia, cuando observen desaparecer esta foto, significa que me puse "las pilas " de nuevo. Pero, sin embargo, pueden, y los invito cordialmente, a leer materiales anteriores. Saludos y felicidades a todos.


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viernes, 22 de marzo de 2013

¿Alonso de Ercilla o Gerónimo de Bibar?

(fotografía carlos amador marchant)

Escribe Carlos Amador  Marchant



No menos interesante resulta la travesía de los españoles desde Tacana o Tacna (Perú), lugar desde donde Pedro de Valdivia inicia su cabalgata hasta llegar a Copayapo (Copiapó) en 1540. Pero, ¿Quién narró más copiosamente estos acontecimientos?
Gerónimo de Bibar fue quien observó las andanzas del capitán y las retrató, sin ser un eminente letrado. Su legado, en cambio, está latente hasta nuestros días graficando las caminatas de los españoles y la bravura expuesta frente al monstruo del desierto cordillerano.
Bibar, por muchos siglos fue prácticamente un fantasma, sólo mencionado en forma escueta por uno u otro historiador al paso de los años. Incluso, algunos pensaban que se trataba de una ficción. Era un nombre que aparecía y desaparecía, como quien trata de esconderse por el mundo de la historia, como quien pretende pasar desapercibido en los anales de la conquista.
Pues bien, todo resultó a la inversa, porque más o menos en unas seis décadas pasadas, su nombre comienza a figurar en algunos documentos de la conquista aunque siempre asaltando dudas sobre su verdadera personalidad. Fue una revista española, según narra Sergio Villalobos, la que dio a conocer una nota breve sobre la verdadera existencia de la crónica de Gerónimo de Bibar, nacido en la ciudad de Burgos, incorporando, incluso, una fotografía de la última página de esos escritos.
Por suerte aquel manuscrito durante la Segunda Guerra Mundial, fue depositado en las bóvedas de un banco de Perspignan, lugar donde pudo descansar hasta ser rescatada. Pero lo importante es que se confirmaba la existencia real de estos documentos y que Bibar no era precisamente un personaje de ficción.
El mismo Sergio Villalobos especifica que trabajando como funcionario del Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina en la Biblioteca Nacional ad porta de los años 60, recibió en forma sorpresiva de parte de Guillermo Feliú Cruz, director del organismo, un fajo de hojas escritos a máquina en donde estaban las crónicas de Gerónimo de Bibar.
Según Villalobos, consideró que las crónicas del hombre de Burgos eran superiores por muchos conceptos a las crónicas de Pedro Mariño de Lobera y de Alonso de Góngora Marmolejo, hasta aquel entonces los relatos más certeros sobre la conquista de Chile.
Lo concreto es que al paso de los años todo lo que se había hecho sobre estos documentos fueron sólo recopilaciones en hojas diversas. Pero, por vez primera sale la crónica transformada en libro, con el historiador Mario Orellana, en 1988, quien realiza con esto, además, una tarea que faltó por mucho tiempo.
Porque Bibar narra los acontecimientos en torno a la travesía de Pedro de Valdivia desde Tacana hasta Copayapo, pasando y fundando una seguidilla de pueblos pre cordilleranos. Es decir, sin Bibar, poco o nada sabríamos de estos acontecimientos.
Según Mario Orellana, Bibar era un hombre de a pie, vale decir de una condición modesta, incluso lo trata de acercar a la presencia de villano con inclinaciones a las expediciones marítimas debido a que participó en 1550 en la exploración de la costa hasta Arauco efectuada por Juan Bautista Pastene. Según recopilaciones, el propio Bibar confirma haber participado en otras travesías como el viaje a isla Mocha y al Estrecho de Magallanes con Francisco de Ulloa en 1553.
Villalobos, por su parte, dice que Bibar como guerrero no habría sido un hombre destacado e, incluso, por la misma razón, no alcanzaría una situación de altura. También afirma que ni siquiera habría sido encomendero ni obtuvo cargos oficiales de honores. Termina diciendo Villalobos: “Creo que no es antojadizo imaginarlo retraído, alejado del barullo de los conquistadores, observador fino y culto, apto para el manejo de papeles y propenso a las lecturas y el uso de la pluma, aunque no fuese propiamente un intelectual”
El autor del primer libro sobre Bibar, Mario Orellana, se inclina a decir que en las crónicas de este autor hay, por cierto, una influencia de las cartas de Valdivia, y por esta razón lo relaciona como amigo cercano de Juan de Cardeña, secretario del capitán.
Con todo, estas cartas, estos documentos, fueron rigurosos informes de lo acontecido en Chile, y que llegaron en esa época tanto a las autoridades españolas como peruanas, incluyendo al rey de España.
Los relatos de Bibar, como dijimos anteriormente, traducen el viaje realizado por Pedro de Valdivia desde Tacana hasta Copayapo, rutas que comenzaron en el año 1540.
Especifica Bibar que a once días del mes de abril de mil quinientos treinta y ocho, recibió Valdivia de parte del marqués Francisco de Pizarro la autorización para ir a conquistar y poblar los reinos de Chile, nombrándolo capitán general. De esta manera Valdivia viajó al Cuzco para dar a conocer la travesía que comenzaría muy pronto. Como era costumbre en la época, el propio capitán general comenzó a recolectar provisiones y a llamar a otros hombres para que se le unieran a la misión. Esta misma acción la realizó en lugares como la provincia de Charcas, en la villa de la Plata y en Porco, en la ciudad de Arequipa, en Guaranda y en la ciudad de los Reyes.
Luego de las tormentosas jornadas del rescate de misioneros, Valdivia nombró a Alonso de Monroy como su teniente y la primera orden entregada tuvo relación con seleccionar los caballeros que hallase en el Collao y que se dirigiera con ellos al valle de Tacana, en la costa, lugar donde comenzaría la expedición.
Por su parte Valdivia se dirigió luego a la ciudad de los Reyes donde contrató un navío y posteriormente regresó al Cuzco. En esta misma ciudad, dice Gerónimo de Bibar, el capitán halló a doce soldados que habían quedado esperándolo y con éstos se dirigió a la ciudad de Arequipa encontrándose con el capitán Monroy, a quien despachó para el Collao para que se dirigiera posteriormente con los soldados que hallase hacia el valle de Tarapacá.
Pues bien, Valdivia se encaminó a Tacana, sitio desde donde emprenderían la peligrosa travesía por el desierto de Chile.
El capitán Valdivia, en Tacana, supo que el navío y toda la gente que había contratado en la ciudad de los Reyes no vendrían. Por esta razón, con los escasos soldados que tenía se encaminó hacia el valle de Tarapacá
De esta forma el pequeño grupo encabezado por el capitán fue atravesando los valles que, según lo relatado por Bibar, tenían una anchura aproximada de una legua y entre otros y otros valles similares, seis o siete leguas aproximadamente.
Sin mucha diferencia a la visión actual, Bibar cuenta que los espacios de tierra que estaban fuera de estos valles eran estériles y despoblados, con grandes arenales.
Valdivia, al llegar al valle de Tarapacá, esperó a su capitán Alonso de Monroy que venía de las Charcas con setenta hombres, cincuenta de a caballo y veinte de a pie. Aprovechó esta instancia, para que por varios días los caballos lograran descansar y la gente aprovechara de proveerse de alimentos.
Más tarde se le van uniendo otros refuerzos. La extraordinaria narración de Bibar especifica el difícil viaje para las huestes de Valdivia, cómo caminan en grupos de veinte hombres para no agotar el agua, cómo los naturales llevan agua en calabazas y en odres de cuero de carneros y de lobos marinos. También grafica el escenario de los soldados que van de a pie (es probable que uno de ellos haya sido el propio Bibar) y quienes deben ir limpiando los pozos que abastecían de agua.
En las crónicas de Bibar podemos ver claramente las dificultades que pasó la expedición de Valdivia. En una parte señala que los indios “caperucones” de “Guatacondor” y de “Pica”, informaron a sus similares de Atacama de la llegada de Valdivia. De esta manera al paso de la caravana se encontraron entre las empinadas montañas con alrededor de mil indios que luego fueron vencidos por los españoles.
Hay que hacer notar, según lo narrado por Mario Orellana, que “los conquistadores contaban a su favor con algunos adelantos técnicos, posesión de armas no conocidas por los aborígenes, armas de fuego, caballería y ciertas armaduras. De todos modos no es conveniente exagerar el valor de estas armas. En verdad, aunque los caballos eran pocos y caros, la escasa caballería siempre fue fundamental para deshacer los contingentes indígenas. Por otra parte, las armas más dañinas fueron la espada y la ballesta; en cambio los arcabuces y el uso de la artillería fueron indudablemente poco importantes”.
Pero, ¿fueron trascendentes las armas de los españoles en el afán de conquistar los territorios?. El propio Orellana responde a esta pregunta: “Así, las nuevas armas no fueron fundamentales en el triunfo de los conquistadores. Más que ellas, la voluntad de conquistar, el deseo de hacerse ricos, ciertas aspiraciones señoriales, el servicio a la monarquía española (al rey), y en algunos, la esperanza de cristianizar estas tierras, se combinaron con la situación social y cultura propia de los nativos, haciendo entonces posible el aparente éxito conquistador y la derrota aborigen. Sin lugar a dudas la realidad que se organizó fue más compleja; ocurrió una simbiosis biológica y cultural que dio por resultado una sociedad diferente a la europea y también a la americana prehispánica”.
Si bien la crónica de Bibar da a conocer los pormenores de este trayecto, las dificultades en los caminos, el agua que tuvieron que soportar, la sequedad de los valles, hay que decir que produce verdadera impresión, para quienes conocemos esos lugares, los momentos que pasó ese grupo de hombres que no alcanzaba en sus inicios más que un puñado.
Estamos hablando que subieron desde el valle de lluta hasta Socoroma, Putre, que tienen una altura promedio a los tres mil metros sobre el nivel del mar. Y fueron al paso de los años, con las dificultades narradas anteriormente, fundando pueblos como Belén, Ticnamar, Codpa, Esquiña, Camiña, Tarapacá, Pachica, Pica, Guataconde, Conchi, Chiuchiu hasta perderse hasta las tierras de Copiapó o Copayapo.
En la actualidad, es probable que muchos no estén informados que hace más de cuatro siglos, este hombre que según las investigaciones, al comenzar a ejecutar sus escritos sólo tenía 33 años, nos dio la oportunidad de tener una mayor y más cercana relación entre los poblados existentes en la precordillera de la primera región de Chile.
Si bien es cierto, el historiador Diego Barros Arana en l88O, tuvo a bien considerar el poema La Araucana de Alonso de Ercilla y Zúñiga publicada en 1569 como “Una obra esencialmente histórica que contiene la relación de todos los sucesos ocurridos en nuestro país hasta la llegada del autor con García Hurtado de Mendoza”, hasta el siglo 19 fue también la opinión de muchos, porque el poema informaba de situaciones y hechos acontecidos en el territorio chileno, tan lejano del viejo mundo.
Sin embargo, según dice Mario Orellana “a un siglo de lo que afirmaba Barros Arana, sabemos que otro español, Gerónimo de Bibar, que estaba en Chile desde 1549, escribió una crónica verdadera y copiosa que terminó en 1558. Aunque esta crónica no fue publicada hasta 1966, algunas de sus copias se conocieron a comienzos del siglo XVII”.
La pregunta es ¿Cómo pasó a Chile este cronista?. José Toribio Medina nos informa que pasó a nuestro territorio “cuando Valdivia regresó del Perú”. Por otra parte el estudioso Tomás Thayer Ojeda, dice que “parece que vino a Chile en 1548, tal vez en la fragata de Juan Dávalos”. Por su parte Sergio Villalobos cree que llegó a comienzos de 1549 “en el destacamento que condujo por tierra Francisco de Ulloa.
Todas estas hipótesis son descartadas por el propio Mario Orellana, quien expresa que “hay que señalar al lector que Bibar no llegó antes de 1549, puesto que Alonso de Monroy, de regreso del Perú en 1543, trajo 60 hombres, cuyos nombres se conocen; y el capitán Diego Maldonado, en 1547, llegó con 8 españoles, que también están identificados”.
Con todo, y de acuerdo a lo recopilado, damos por entendido que Gerónimo de Bibar fue uno de los hombres extraños que llegaron a Chile y que se trasladó de a pie por los territorios antes señalados. Un escribano que fue silenciado por largos siglos y que, como toda justicia llega, logró definitivamente inmortalizar lo que vivió en estas áridas tierras de nuestro país.




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martes, 19 de marzo de 2013

miércoles, 6 de marzo de 2013

Novela "Los Cururos de la Santa María"



Humorística y conmovedora historia narrada por Mateo Linares, estudiante de la derrumbada e histórica Escuela Santa María de Iquique. Linares, conocido como "El pajarito", nos muestra el Iquique de antaño, con sus costumbres y sus locuras, con las atrofias propias de un puerto en derrumbe, el enclavado entre el desierto y el mar, y tapado por una gran montaña de piedra y tierra. La miseria y los movimientos estudiantiles de la década del 60 del siglo 20 están en esta obra. El olor a pueblo pobre, a casas de maderas que tratan de mantenerse en el tiempo y la historia del salitre, de los hombres que lucharon en 1907 y que dejaron sus huellas en paredes derruidas.
Autor: Carlos Amador Marchant (escritor y poeta chileno) (Edición 2001-100 páginas).


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lunes, 25 de febrero de 2013

EL NUEVO SIGLO Y LOS TIEMPOS DIFÍCILES PARA LA RAZA HUMANA




Obra pictórica denominada "Rezando en la puerta" (técnica mixta), de la pintora chilena (Valparaíso), Luisa Ayala Pinochet

Escribe Carlos Amador Marchant

El siglo veinte aún estira sus manos para poder agarrarse de un suspiro. Siglo intenso, extenso, donde hombres y mujeres sufrieron y dejaron, sobre piedras, testimonios conmovedores. Enumerar revoluciones, guerras fraticidas, dictaduras, hambrunas, persecuciones, es poner otra puntada sobre un pantalón extremadamente cosido.
Pero no todo fue así. También hubo momentos de mucha reflexión y se levantaron movimientos, ideales pacifistas que marcaron a muchos humanos, pero que a la larga, fueron muriendo como muere todo lo que se levanta sobre tierra.
Trece años (al momento de esta crónica) han pasado de este siglo veintiuno. Casi al finalizar el veinte, comienzan los computadores a adueñarse de los territorios, de las casas. Hoy, invaden cada espacio, hasta los más minúsculos y el Internet es manejado hasta en  celulares. Es decir, todo avanzó rápido, como tsunami, y nadie se salvó de esta expansión.
El mismo tema de las comunicaciones sirvió, además, para observar la arremetida de una serie de informaciones que muchas veces eran secretas. Miles y miles de textos, de literatura, que antes sólo la percibíamos en ciencia ficción, ahora nos tratan de demostrar que en la existencia humana perviven, comparten, otros seres, que la tierra no es cuadrada, que más que redonda ahora es hueca, que existen los interplanetarios, que las culturas primigenias no hicieron nada o casi nada, es decir que el hombre no hizo nada, sino que fueron ayudados por seres de tecnologías más avanzadas. Lo que nos enseñaron en los colegios, por dar sólo un ejemplo común, sobre los egipcios, jamás pudieron levantar esas moles (pirámides), etc.
Por otra parte el siglo veintiuno también nos trajo la expansión económica, la llamada economía única, donde todos se dan sablazos y acá el que muere, muere. Unido a esto, los grandes centros comerciales comenzaron a acostumbrar a la gente al consumismo, y las deudas per cápita se elevan a cifras abismáticas.
La tecnología se adueña del mundo, pero la cesantía le sigue atrás. Miles y miles de hombres ven que sus reservas económicas caen y son aplastadas en hambrunas. Los países se enredan en economías malsanas, juegan con el dinero de los impuestos, y algunos de éstos ven con desesperación que caen al desastre, al caos. La privatización de las reservas del mundo se sumergen en manos inescrupulosas, y mientras la gran masa de ciudadanos protesta, los que ostentan los poderes hacen lo que se les viene en gana. Es decir, si bien el hombre siempre pasó por mismas etapas de subyugo, es decir, del más poderoso que aplasta al más débil, esto en el siglo veintiuno se ha agigantado por el gran volumen de población y por la ya avanzada tecnología.
Frente a todo este panorama, el pasado año 2012, fue el que estuvo en la mira de todos los seres de la Tierra. Comenzó a hablarse de cambios en el devenir del hombre. La Profecía Maya entró en las casas, aunque al comienzo en forma tímida. Se habló del término del calendario y de la llegada de una nueva dimensión, donde el hombre comenzaría a cambiar su idiosincrasia, donde la barbarie sería apaleada para dar fuerza y paso al hombre nuevo, al que caminaría con rostro distinto, con mente diferente, donde el amor florecería y el dinero pasaría a segundo plano. Mientras pasaba esto muchas economías en el mundo comenzaban a ser aplastadas. Pero ahora el panorama es el mismo. La poeta de República Dominicana, radicada en España, Rosa Silverio, dice al respecto: “Sí, hay cambios, pero desgraciadamente algunas cosas han empeorado; otras en cambio han ido mejorando, como por ejemplo la apertura de algunos países a otras culturas, efecto de la globalización. En sentido general creo que hay una sensación de desesperanza en países como España por la crisis económica y lo peor es que no vemos una solución ni a corto ni a mediano plazo”.
Pero la profecía seguía su camino, y de la timidez pasó a cobrar opiniones en las calles. La gente no tardó en repetir algunas cosas que veía en videos y que llegaban de agencias de dudoso sello. Incluso ciertos personajes de la vida y el pensamiento profundo estamparon fechas concretas para esta especie de fin de mundo. Muchos se creyeron identificar con la información que recibían y se apilaron de velas para soportar cuatro días de oscuridad, y fueron a los supermercados a buscar algunos víveres. Empezó una especie de psicosis. La construcción de búnker cobró vigencia, y muchos se vieron salvados de tan terrible pesadilla. Los Mayas estaban latiendo, se apoderaban del mundo de nuevo.
Antes del día señalado del mes de diciembre de 2012, hasta apareció alguien que dijo que sobre el cielo se establecería un gran platillo volador, por donde bajarían seres extraños. Lo concreto es que el hombre iba a cambiar, que las maldades se extirparían, y que, al mismo tiempo, estos hombres malvados que siempre han existido en el planeta, se irían a otra dimensión.
Parecía que todo estaba cuadrando, pero algo hacía prever que había cierta insuficiencia en los dichos. Algo no cuadraba, porque los ríos seguían corriendo como siempre, y el océano, salvo con ciertos fenómenos, se mantenía calmo.
Cada ser humano en ese momento se interrogó: ¿seré bueno, o será malo?. Es decir, nadie se preciaba de tal.
Aunque hay cierto espacio de certeza en cuanto a que los tiempos han estado cambiando, el planeta, el clima; todo lo que se anunciaba me parecía muy presuroso. Es probable que el hombre cambie algún día, o tal vez se destruya, que es lo que más se acerca a la realidad, pero de la manera en que se estaba anunciando, no cuadraba.
El hombre ha hecho mucho daño al hombre, a la tierra, y de eso no hay dudas. La pintora santiaguina (Chile), Nora Schkolnik, sintetiza sobre el tema: “Más macabro no puede ser la historia del hombre…ya no podemos ser peores de lo que hemos sido. Es la hora de SER !!!con el alma !!!. Por su parte, la pintora de Valparaíso (Chile), Luisa Ayala Pinochet, señaló: “Todo es como siempre, sólo que la tecnología ha hecho que muchas cosas sean diferentes, pero el ser humano seguirá siendo el mismo en cuanto a sentimientos; amor, envidia. Siempre será lo mismo, lo que cambia es el paisaje, la tecnología…No creo que el ser humano cambie mucho.”
Lo real de este cuento es que día a día vemos muchas cosas diferentes. Muchos terremotos, tsunamis, derretimiento de hielos en los polos, contaminaciones, derrumbamiento de economías, cesantía, hambruna. Y este escenario expone que estamos frente a un panorama complicado, que nuevos tiempos se avecinan, que estos cambios se empiezan a ver en las diferencias climáticas, y que el hombre tiene participación en ambos temas, es decir, tanto en la economía y sus atrofias, como en la destrucción del planeta. 



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viernes, 15 de febrero de 2013

CUANDO QUIEREN PISOTEAR LA HISTORIA: “ LA ESCUELA SANTA MARÍA DE IQUIQUE (LA DE LOS OBREROS MASACRADOS EN 1907) FUE DERRUMBADA”




Escribe carlos Amador Marchant

Cuando echan al suelo una construcción de época, que ha involucrado socialmente a muchas generaciones, es como que clavaran un cuchillo al estómago. En la ciudad de Iquique, la segunda más importante del norte desértico de Chile, están ocurriendo estas cosas. ¿Quién y cómo se toman estas determinaciones?. Nunca se logra saber. Lo concreto es que, sin duda, se mueven intereses económicos.
Quienes no lo saben, Iquique es un puerto enraizado y al mismo tiempo “corcheteado”, a la historia. El inminente auge de la producción salitrera en el siglo XIX, pasando por guerras externas e internas, más el desarrollo social que se gesta desde este lugar y que se expande luego al territorio nacional, dicen mucho de esto.
Estamos hablando, en consecuencia, de un territorio que exhala historia por sus cuatro costados y que, en forma certera, ha soportado también tragedias que la piedra, la misma piedra, se resiste a olvidar.
Hay mucho escrito sobre este territorio nortino, pero no lo suficiente. Hoy en día, en contraste, se habla más de las nuevas edificaciones, las que transforman al lugar en cosmopolita; pero no se dice lo que realmente representa esta tierra para el país, para el orbe.
Hablo de construcciones. Y al hablar de éstas, me refiero específicamente al edificio (ex) de la Escuela Domingo Santa María.
Junto a mí, cientos, miles  de seres, iniciaron desde 1961, sus estudios primarios. De éstos, por cierto, cantidades enormes de profesionales que se han destacado.
Al frente de esta escuela está el Mercado Municipal. Y en una esquina del establecimiento, un monolito recordatorio, miserable y olvidado en el tiempo, en honor a los miles de caídos en la Matanza de la Santa María.
Hubo muchos recuerdos en esas salas antiguas que bien pudieron transformarse en museo histórico.
Visité el lugar antes de ser derrumbado.
Fue en febrero de 2010. Había ideado ese viaje tras treinta años sin visitar el puerto natal. Y justamente la intención había sido fotografiar edificaciones de épocas, aquéllas que mantienen al hombre vivo. Sin embargo, a esta escuela, donde aprendí a leer y a escribir, donde en sus cimientos se mantendrá eterno el sufrimiento de pampinos acribillados en 1907 tras bajar cerros del desierto para pedir mejoras salariales, sólo pude verla por fuera; la tenían cerrada por peligro de derrumbe.
Antes de iniciar este viaje le había dicho a mi amigo (poeta chileno radicado en España) Oliver Welden, que a mi regreso escribiría un reportaje sobre sensaciones de retornar a los lugares de niñez (si es que regresaba vivo, por cierto). Y así lo hice. A dos días de mi regreso a Valparaíso, en el mismo mes de febrero de ese año lanzo el material en mi blog. No podía ser de otra forma: habían sido muchas las sensaciones y un deseo estrepitoso de reventar en llantos.
Mi hermana menor que aún radica en ese puerto, me había expresado casi con desesperación que sacara la mayor cantidad de fotos, por todos los costados, por murallas, por ventanales, porque era posible que ese lugar cayera pulverizado en cualquier momento. Y así fue.
Un año después se me comunica de la demolición de ese edificio.
De esta forma se fueron no sólo recuerdos de niñez, sino la historia plasmada en la pampa. Aquellas murallas habían sido levantadas en 1936, ocho años después de ser tragado por las llamas el original, construido en maderas nobles, en 1883. En el primero se refugiaron los obreros antes de ser masacrados. Pero la tierra, el espacio, es el mismo.
Se reclama por echar abajo construcciones antiguas no con el simple afán de recordar enfermizamente, sino porque el hombre debe aprender de su pasado. De lo contrario, entonces, podríamos cuestionar la importancia de la arqueología.
Pero acá hay un afán minoritario de hacer desaparecer la historia. Se trata de grupos con poder que accionan sin consultar instancias pertinentes. Cabe recordar a la dictadura militar en la década del 70 del siglo 20, cuando comenzó a incendiar todos los libros que hablaban de historia, porque en cada uno de éstos veían una supuesta peligrosidad que hiciera tambalear sus ideas fascistas. Tengo una breve anécdota: “En mil novecientos ochenta, en Arica, iba subiendo un cerro. No me percaté que estaban haciendo una redada. Tenían todo acordonado. En mi bolso llevaba diversos libros. Era mi costumbre llevar textos. Me revisaron de pie a cabeza. Luego abrieron mi bolso. Un teniente leyó los títulos de cinco libros, y le llamó la atención uno que decía: “Bodas de sangre”. No le interesó el autor, sólo la palabra: “sangre”. Me tuvieron detenido por varios minutos y no querían soltarme. Me pidieron, con dudas, explicara por qué andaba con un libro donde la palabra “sangre” era peligrosa, era confundida con extremismo.”
La Escuela Domingo Santa María, que fuera, antes de su destrucción visitada por millones de personas, hoy ya no se encuentra en esta tierra. La pulverizaron. Muchos años antes, en la década del 70 ocurrió algo similar con el Liceo de Hombres del puerto y con otras construcciones, sin tomar en cuenta la cantidad de viviendas de época del salitre que se han incendiado.
De acuerdo a las escasas informaciones aparecidas en prensa de la región, en el subsuelo de la escuela encontraron napas de agua dulce y arenilla. ¿Los cadáveres que aún se encuentran ahí, se resisten?. También, antes de anunciarse el proyecto de demolición para construir una nueva escuela, se produjo una serie de intercambios de palabras entre gente vinculada a la política. Por ahí alguien dijo (con descaro) que el sitio de los obreros masacrados en 1907, no estaba allí, sino “un poquito más allá”. En fin.
Imposible tapar la historia. Siempre queda. Cuando un monolito es sacado, a las semanas aparecen piedras en montículos, velas, flores. Así ocurre con el pueblo; no olvida.
En el reportaje de 2010 sobre mi retorno a Iquique tras treinta años de ausencia, nombré a todos los involucrados en la Matanza de la Santa María. No vale la pena volverlos a recordar, siempre estarán, siempre serán los culpables de un pedazo de nuestra historia patria.
Muchos se quedaron con el deseo de volver a palpar esas murallas. Las que estaban sobre esos cimientos de sangre por más de cien años.
En cambio, yo me quedé con una cantidad de fotos. Y éstas, seguirán estando en mis archivos eternos.


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Comentarios selectos sobre el material de este blog.

Sobre ballenas y un libro Estimado amigo Carlos Amador Marchant: agradezco emocionado la mención que haces de mi novela en tu bella y emocionante crónica. Un fuerte abrazo desde España. Luis Sepúlveda(escritor) 24 de julio de 2010 15:03 ........................................................ Sobre ballenas y un libro Estimado Carlos: Gracias una vez más, por cierto, tu blog es uno de los pocos que merecen llamarse literarios. Es sencillamente muy bueno y tus crónicas son estupendas. ¿Las tienes reunidas en un libro de crónicas? Es un género que se pierde con el tiempo. Un fuerte abrazo desde Gijón, Asturias Luis Sepúlveda (escritor) 26-07-2010 ........................................................ Crónica "Dame de beber con tus zapatos". Luis Sepúlveda (escritor) dijo... Querido amigo, como siempre disfruto y me maravillo con tus crónicas. ¿Para cuando un libro? un abrazo Lucho (Gijón-España) 10 de julio de 2011 15:25 .................................................... Sobre Ballenas y un libro Fuertes imágenes de una historia y una matanza, y de un lugar, que sobrecogen. Con pocos elementos, pero muy contundentes, logras transmitir una sensación de horror y asco que no se olvidan. He estado en Quintay varias veces, y sé lo que se siente al recorrer las ruinas de la factoría; mientras uno se imagina los cientos de ballenas muertas infladas, flotando en la ensenada, en espera del momento de su descuartizamiento, antes de ser hervidas en calderos gigantescos e infernales, para extraer el aceite y el ámbar, tan apetecidos por la industria cosmética en el siglo XX , así como lo fue (el aceite) para el alumbrado callejero en el siglo XIX... Crónica muy bien lograda. Un abrazo. Camilo Taufic Santiago de Chile. 27-07-2010 ........................................................ Sobre "Los caballos y otros animales junto al hombre" Tus asnos, caballos, burros y vacas son otra cosa, por cierto, tan cercanos al hombre, tan del hombre. Te adjunto una vieja fotografía de dos palominos que tomé en las montañas de Apalachia, en Carolina del Norte, allá por el año 1983. Encuentro interesante y muy amena la manera en que hilvanas tus textos, siempre uniendo al tema alguna faceta literaria o cultural (en este caso, Delia del Carril, Virginia Vidal, Nemesio Antúnez, Santos Chavez). Hace tiempo te dije que no desistieras de tus crónicas, que van a quedar, y mis palabras fueron corroboradas recientemente por Lucho Sepúlveda cuando él te escribió a propósito de tu artículo Sobre ballenas y un libro: "Estimado Carlos: (...) Tu blog es uno de los pocos que merecen llamarse literarios. Es sencillamente muy bueno y tus crónicas son estupendas. ¿Las tienes reunida en un libro de crónicas? Es un género que se pierde con el tiempo. Un fuerte abrazo desde Gijón, Asturias. Lucho". Y eso digo yo también, que tus crónicas son estupendas. Te escribe desde Benalmádena, Málaga. Oliver Welden (poeta) 21 de agosto de 2010 ...................................................... Sobre "El corcoveo de los apellidos..." ¡Notable, muy bueno! Escribir sobre la configuración de su nombre, con esa transparencia en el decir es algo que se agradece, precisamente en un pequeño universo donde lo que más pareciera importar es "el nombre". Además, esas referencias a los escritores nortinos siempre son bienvenidas, pareciera que no siempre ellas abundan en la crónica y crítica nacional. Ernesto Guajardo (Valparaíso-15 noviembre-2010)

Estadística del material leído durante la semana.